Danielle Hardcastle llegó a Zagreb en marzo de 2021, sabiendo que estaría allí durante un año. El plan había sido un corto viaje de voluntarios de tres meses; pero el COVID-19 había cerrado la puerta a ello. En lugar de una breve visita, pasó a ser a algo mucho más grande: cuatro años y medio de vivir, aprender y servir en un lugar que nunca planeó llamar hogar.
Danielle tenía 20 años, recién salida de Iowa, de la familia de un pastor nazareno donde las misiones siempre habían sido parte de la conversación. Las historias de lugares lejanos habían llenado su infancia, plantando una semilla que crecería en un llamado que no podía ignorar. Cuando cambió su especialidad universitaria, no estaba segura de lo que tenía el futuro, sólo que involucraba servir.
Croacia se convirtió en el aula inesperada. La iglesia nazarena local en Zagreb era un santuario para refugiados de Siria, Afganistán, Gaza, Irán, Congo, Burundi y más cuando ella llegó. Los idiomas y las culturas se fusionaron; y Danielle estaba aprendiendo en el camino. El croata se convirtió en un hilo compartido, aprendido entre risas y las lágrimas, especialmente con los niños ucranianos a los que sirvió.
Danielle aprendió a escuchar más allá de las palabras. «Cuando asumimos que sabemos lo que las personas necesitan, es cuando las cosas se derrumban», dice ella. El trabajo consistía en hacer preguntas, comprender historias y construir confianza donde las diferencias podrían haber dividido.
Su papel cambió del ministerio juvenil al cuidado compasivo. La iglesia local le dio su espacio para explorar, desarrollarse, fracasar y crecer. Danielle creció también, aprendiendo sobre la fe en medio de la incertidumbre, sobre ella misma en momentos de conflicto y sobre cómo crear un espacio para los demás cuando todo parecía extraño
Ahora, a los 24 años, está alistando maletas para ir a Kenia. Su próxima asignación será iniciar ministerios de deportes con la Juventud Nazarena Internacional, usando el baloncesto, el fútbol y más para llegar a las comunidades. Su pasión por los deportes fue una vez puesta de lado para seguir el llamado de Dios. Ahora, los deportes serán su puente para conectarse y servir. «Es algo que siempre he amado», dice ella. «Ahora, puedo usarlo para servir y para compartir el amor de Dios».
La educación de Danielle viajó con ella: de la Grand Canyon University al European Nazarene College en Croacia, y ahora a estudios de paz y conflictos en African Nazarene University. Cada paso le aporta nuevas perspectivas a su comprensión de la misión y el ministerio.
«He crecido aquí», Danielle reflexiona. «Vine sin experiencia en misiones a largo plazo; y me estoy yendo con tanto que puedo llevar a cualquier lugar».
Iglesia del Nazareno Región Eurasia.