"En sus manos": la historia de Juliette
Juliette Djebaoui siempre ha creído en Dios; pero, con sólo ocho años sufrió el trauma de ser separada de sus hermanos.
Fue trasladada de su hogar en Haití a Francia, y adoptada por una familia francesa. El mundo de Djebaoui volvió a desmoronarse cuando también la sacaron de este hogar, debido a una relación complicada. Fue internada en un hogar para jóvenes en régimen de acogida gestionado por el gobierno. Allí soportó años de agresiones y abusos. Cuando era adolescente, se sentía totalmente indefensa e impotente ante su propia vida. Ella estaba enfadada.
"Empecé a no creer en Dios", dijo Djebaoui.
Sus años de sufrimiento la convencieron de que estaba sola.
"Nadie viene a rescatarte", recuerda haber pensado. "Así que, simplemente rechacé a Dios".
A los 18 años, Djebaoui fue finalmente libre de abandonar el hogar gestionado por el gobierno. Ella encontró trabajo, alquiló un apartamento y empezó a estudiar Negocios Internacionales. Se convirtió a otra religión, intentando comprender cómo podía relacionarse con un poder superior que no parecía preocuparse por ella.
Pero la fe le resultaba complicada y confusa. No entendía las oraciones obligatorias; y deseaba poder hablar con Dios directamente, sin intermediarios. Lo sentía tan lejano; pero ella anhelaba creer en Él, ser salva.
Entonces, durante los encierros del COVID-19, Djebaoui se hizo amiga de un chico de su edad a través de un grupo de WhatsApp. Ambos empezaron a hablar regularmente por teléfono. El chico y su madre asistían a una Iglesia del Nazareno cerca de París; y su madre formaba parte de un grupo de oración que se reunía por teléfono seis noches a la semana.
Todas las noches, Djebaoui oía a la madre de su amigo en el fondo de su llamada, hablando con Jesús, pidiéndole ayuda, fuerza. A Djebaoui le cautivó. Las oraciones de esta mujer a Jesús diferían totalmente de cualquier oración que hubiera conocido.
"Me pareció tan hermoso", dijo Djebaoui. "¿Quién es ese Dios con el que puedo hablar? Ese es el tipo de relación que quiero tener con Dios".
Le preguntó a su amigo; y él la invitó a unirse a una reunión semanal de un grupo de jóvenes por Internet.
El pastor Bobby Valentin recuerda bien aquel primer encuentro con Djebaoui. Cada semana, Valentin, que entonces trabajaba con la Juventud Nazarena Internacional en el Distrito París, organizaba una videoconferencia a través de Zoom para mantener a los jóvenes conectados y comprometidos en aprender más sobre Jesús.
Djebaoui era abiertamente curiosa, y sobresalía.
"Desde las primeras reuniones, ya hacía preguntas", dijo Valentin.
La mayoría de los estudiantes estaban callados cuando se incorporaron por primera vez a las convocatorias semanales. Djebaoui fue audaz, decidida a aprender más sobre este Dios que recibía oraciones tan fervorosas.
Tras una videoconferencia a través de Zoom, Valentin se quedaba jugando a juegos como Uno en línea y relacionándose con los estudiantes. Djebaoui tenía más interrogantes y preguntó a Valentin por los requisitos para convertirse al cristianismo.
Valentin recuerda que le dijo: "Si crees en Dios, si crees con todo tu corazón, si crees que Jesús es tu Señor; ya tienes todos los requisitos".
Djebaoui le preguntó si necesitaba hacerlo en un edificio físico de la iglesia. Valentin dijo que aceptar a Jesús podía ocurrir en cualquier parte; y Djebaoui no perdió el tiempo.
"Bien, hagámoslo ahora", dijo.
Estaba sorprendida de que pudiera convertirse en seguidora de Jesús allí donde estaba, con una simple oración de todo corazón.
"Me sentía vacía; porque no tenía esta relación", dijo Djebaoui. "Cuando lo hice, me sentí llena".
Djebaoui sabía que ya no necesitaba llevar sola su pesada carga. Ella se la entregó voluntariamente a este Jesús bondadoso y cariñoso.
"Todos mis problemas ya no son míos", dijo. "Todo esto estaba en sus manos".
Desde aquella decisión, Djebaoui ha vuelto a atravesar temporadas difíciles. Ella ha luchado con volver a caer en viejos patrones; pero sigue encontrando a Jesús llamándola a una relación más profunda. Este verano, ella decidió bautizarse.
A través de las Escrituras, la clase de bautismo le recordó que ningún ser humano es perfecto y que Dios es un Dios de restauración.
"Dios quiere que seas una nueva persona", dijo. "Que aprendas de tus errores. Que le escuches... Estoy aprendiendo cada día".
Valentin recuerda que se sintió abrumado cuando Djebaoui le contó su historia por primera vez, sin saber cómo podía ayudarle.
"Me sentía tan limitado", dijo Valentin. "Pero Dios está haciendo todo el trabajo".
Djebaoui habla ahora de la oscuridad que vivió en su adolescencia, incluido un día muy sombrío. Ella dice que era muy propensa al suicidio, incapaz de imaginarse viviendo su vida un momento más. Para aliviar su agonía, optó por autolesionarse; pero, finalmente, el sueño venció a su agotado cuerpo.
Al día siguiente, se despertó en el mismo lugar; pero algo era muy diferente. Ella podía ver su futuro.
"Vi que me esperaban muchas cosas", recuerda Djebaoui. "Es como si viera el arcoíris antes de que acabara la tormenta".
Djebaoui tenía confianza y esperanza en su futuro; y ahora, comparte abiertamente sobre aquel día sombrío, proclamando la protección de Jesús y viendo que Él la llamaba hacia sí.
"Jesús vino a salvar a los enfermos, a los pecadores", dice. "Cuando la gente está pasando por cosas malas, Dios te invita a creer en Él. Creo profundamente que ese es el llamado de Jesús. Él te invita a buscar".