Misionero en Bulgaria ve la mano de Dios en medio de la crisis
Durante el inicio de la pandemia COVID-19, Bill Grigory, un misionero en Bulgaria, se encontró solo debido a la política de encierro en la ciudad de Varna y sin acceso a su cuenta bancaria. Su esposa, Theresa, se quedó atrapada en los Estados Unidos luego de lo que se suponía que sería una visita rápida a su madre enferma.
"Dejé a Theresa en el aeropuerto de Bucarest (Rumanía) el 10 de marzo y conduje de regreso a Varna, que está a cinco horas de distancia", dijo Grigory. “El 11 de marzo, esa noche, de repente se declaró la pandemia. En ese momento, pensé: 'Esto podría representar un problema'".
Los bancos búlgaros tienen la política de que solo una persona puede tener acceso a cualquier cuenta bancaria personal y la cuenta bancaria en Bulgaria de los Grigory estaba a nombre de Theresa.
"Entré al banco y ni siquiera me hablaron", dijo Grigory. “Tuve que pagar el alquiler, los servicios públicos y comprar alimentos. Traté de usar mis tarjetas de crédito pero no funcionaban. Intenté utilizar mi tarjeta de débito de ese banco y no funcionó. De repente me vi en una verdadera crisis".
Doug Mann, coordinador de finanzas de la Región Eurasia, y otros involucrados con las finanzas de la región trataron de encontrar una solución creativa ante el problema. Finalmente, encontraron una manera de que Bill tuviera acceso a fondos limitados. Bill pudo pagar el alquiler y comprar comida, pero su situación financiera era incierta.
Su segunda crisis fue el aislamiento a largo plazo, ya que su esposa todavía estaba atrapada en Texas con su madre. El gobierno búlgaro había prohibido que las personas salieran de sus hogares excepto una vez a la semana para comprar alimentos y buscar atención médica.
“Realmente estaba totalmente aislado, y eso estuvo bien por un par de semanas, y luego después de un mes, y luego dos meses, pero después de un tiempo, uno casi se puede volver loco".
Varna es un área pionera para el distrito de Bulgaria, por lo que hay un pequeño estudio bíblico pero no una Iglesia del Nazareno. Bill trasladó el estudio bíblico a las reuniones por Zoom (videoconferencia). También trató de aliviar el aislamiento asistiendo a todas las reuniones nazarenas que se realizaban por Zoom a las que fue invitado.
Su familia le acompañó a pesar de estar esparcida por Hawái, Texas, Rumania y Bulgaria. Bill decidió ofrecer devocionales por Zoom dos veces por semana a sus nietos en Hawai. Theresa y su madre también se unían a la videoconferencia así como otros miembros de la familia.
"Todos estuvieron de acuerdo en que eso representaba un salvavidas para todos nosotros", dijo Bill. "Todos necesitábamos esa conexión".
Para cuando la pareja había dejado a un lado la idea de volverse a reunir en Bulgaria, faltaban solo dos semanas para su gira misionera que comenzaría en agosto. Bill se puso a trabajar en los detalles de logística en Bulgaria para poder salir del país de forma indefinida.
Cuando llegó el momento de tomar su vuelo a Estados Unidos, se enfrentó a una nueva pesadilla logística: el intento de cruzar la frontera hacia Rumania, donde se encuentra el aeropuerto internacional más cercano. Los agentes fronterizos rumanos le impidieron el paso dos veces.
La tercera vez que intentó cruzar, oró por un milagro.
“Vi un pequeño coche azul con matrícula de Rumanía. Me puse detrás de él. Cuando llegamos a la frontera, el coche de la policía que había estado bloqueando el camino se movió y los oficiales estaban parados. Vieron las placas del coche azul y le dieron el visto bueno. Casi me pegué a su parachoques y llegué al río Danubio. Pagué mi peaje y crucé”.
Cuando llegó a otro cruce fronterizo, los agentes parecían estar desconcertados por la combinación de su pasaporte estadounidense y su tarjeta de residencia búlgara. Hablaron por un buen rato, lo que hizo que Bill se llegara a preocupar.
“Regresaron acompañados de un oficial y él portaba un arma. Pensé que me iban a arrestar".
Finalmente, la mujer le entregó sus documentos de forma arrebatada y con la concisa instrucción: "¡Avanza!"
“Uff, solo pisé el acelerador. No iba a esperar un segundo más. Estoy seguro de que la gente estaba orando”, dijo Grigory. "Estoy absolutamente convencido".
Esta es una versión adaptada de una historia que apareció en la edición de septiembre de Where Worlds Meet. Para leer el artículo completo, haga clic aquí.