Amor y reconocimiento

Amor y reconocimiento

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Junta de Superintendentes Generales
| 16 Oct 2020
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Sunset Heart hands

¿Ha habido días en los que se ha visto deseando que el año 2020 termine ya? Hemos experimentado COVID, incendios, tormentas, explosiones, guerras y elecciones; y casi nos da temor preguntar, "¿Qué más podría pasar?" Pero, si llegáramos a pensar que nos encontramos solos en una tierra extraña, valdría la pena darle un vistazo a la iglesia del primer siglo. 
 
El apóstol Pedro envió su primera carta a la iglesia de la diáspora. Estos eran cristianos que ahora eran refugiados y que vivían en la actual Turquía. Declaraban: "Jesús es el Señor", en un mundo que no toleraba ese tipo de insubordinación al César. Los cristianos ya no participaban de la vida desenfrenada del mundo y por eso los insultaban, los castigaban e incluso los mataban debido a su fe. Sí, estos eran creyentes, que se encontraban en una tierra extraña; como nosotros hoy en día.  
    
El asunto más importante para Pedro era la unidad de la iglesia. El apóstol escribió:

1 Pedro 3:8-9. Por último, todos deben ser de un mismo parecer. Tengan compasión unos de otros. Ámense como hermanos y hermanas. Sean de buen corazón y mantengan una actitud humilde. No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y él les concederá su bendición.

El mayor interés es que la iglesia, a través de su comportamiento, se convierta en un testimonio vivo del señorío de Jesucristo. Pedro concluye sus ideas mencionando cinco acciones que pueden ser ordenadas de esta manera, con el amor situado justo en el medio.

Unidad en el Espíritu—es tener un mismo parecer. Tiene que ver con cómo piensa usted.

Compasión—tiene que ver con cómo usted se siente. 

Ámense como hermanos y hermanas—es el philadelphoi y es el punto central al que se refiere Pedro. 

De buen corazón—de nuevo, tiene que ver con cómo usted se siente.

Una actitud humilde—también tiene que ver con tener la mente de Cristo; cómo pensamos.

La mentalidad y los sentimientos rodean el tema central del amor mutuo. Estar completamente lleno de la mente de Cristo cambia todo dentro de la comunidad de creyentes. No importa de qué estratos sociales provengan, ni las diferentes opiniones que tengan; trabajan juntos y buscan la armonía para poder reflejar la unidad al mundo. 

Ámense como hermanos y hermanas. Este es el amor que debe definir a la comunidad cristiana. Estamos en el mes de octubre y es el momento en que celebramos nuestro reconocimiento a los pastores. Creo que el amor santo debe reflejarse en la forma en que amamos y apreciamos a nuestros pastores. Probablemente este año ha sido el año más desafiante en la trayectoria ministerial de nuestros pastores. En un período muy corto las formas en que celebrábamos las actividades de la iglesia cambiaron . Nuestros pastores tuvieron que aprender a ministrar sin poder ver a sus congregaciones cara a cara. Semana tras semana, han tenido que predicar a través del lente de una cámara, preguntándose si Dios los estaba usando para tocar las vidas de su congregación. Incluso al volver a congregarnos en las reuniones de la iglesia, sus pastores han mirado hacia un mar de ojos y cubrebocas. Nuestros pastores se preguntan, "¿Estarán sonriendo las personas?" "¿Estarán siguiendo mi mensaje?" Además, aquellos que han podido abrir sus instalaciones, sólo tienen una afluencia de un 30-40% de la asistencia regular, lo que deja a los pastores preguntándose si algún día la gente regresará. Muchos pastores están cansados, agotados, y no están seguros de qué hacer después.  

Ámense como hermanos y hermanas. Este es un buen mensaje para nosotros en este mes para que nos acerquemos, amemos y le extendamos un reconocimiento a los pastores. Iglesia, les exhorto a que amen a sus pastores. Llámenlos y díganles cuánto los aprecian. Llénenlos de tarjetas. Denles una ofrenda de amor. ¡Ellos están haciendo todo lo posible para salir adelante en el 2020!   

Pastores, y todos los miembros del cuerpo ministerial, los amamos y apreciamos. ¡Gracias por lo que están haciendo por el reino de Dios en el año 2020! 

Volvamos a Pedro por un momento. Una y otra vez, leemos que la comunidad debía ser de un mismo parecer. Esto no se trataba de tener la misma opinión, sino de la unidad en Cristo. Cuando Pedro desafía a la iglesia a estar unida en el Espíritu y a tener una actitud humilde, reconocemos que se refiere a estar "en Cristo". Esta es la escencia de nuestro mensaje de santidad porque, para ser enteramente santificados, debemos estar enteramente "en Cristo". Cuando esto sucede, nuestro comportamiento cambia. No todos nos amoldamos de repente a ser iguales, pero estamos unidos porque todos estamos en Él. La belleza, entonces, es la unidad en la diversidad.

La pregunta es si en estos días la iglesia es capaz de mostrar unidad en su diversidad. Esta unidad se supone que cruza todas las barreras humanas, como se demostró en los comentarios anteriores de Pedro. La iglesia del primer siglo estaba unida en Cristo mientras estaba conformada por personas de todos los niveles de la sociedad. Eran un grupo de refugiados, esclavos, sirvientes, mujeres y hombres líderes. Qué grupo tan divergente de personas, la mayoría de las cuales nunca habían sido dotadas de responsabilidad moral. Sin embargo, en Cristo se les hace íntegros, se les pone en igualdad de condiciones y se espera que estén unidos y muestren amor por los demás. ¿Se puede imaginar lo contracultural que habría sido eso?  

Si era tan contracultural entonces, sigue siendo contracultural hoy en día. Es en la iglesia donde aprendemos a amarnos unos a otros como hermanos y hermanas, incluso cuando tenemos perspectivas completamente diferentes de la vida. Esta realidad es chocante para el mundo; una iglesia llena de unidad y amor santo. Nuestro mundo está experimentando mucha división, y hay una gran necesidad de que la iglesia refleje este mismo espíritu y actitud por los que Pedro oró en el primer siglo. Pedro creía que el testimonio del poder y la presencia de Cristo se magnificaría si la iglesia practicaba el philadelphoi; el amor mutuo. 

Practiquemos ese amor, y tal vez, este mes, podamos comenzar esa práctica amando a nuestros pastores.

Gracia y paz,

Junta de Superintendentes Generales
 

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